La niña árbitro merece un respeto y el deporte lo debe garantizar
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Un padre le gritó que se dedicara a la prostitución
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No era el primer insulto y... colgó las botas
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Hasta los árbitros profesionales le piden que vuelva
Su aspecto es el de una adolescente española más de 14 años.
Leggin negro, playeros del mismo color y sudadera. Una larga melena que
suele llevar recogida en una cola y flequillo. Pero Zaira Moro ha
dejado de ser común. Esta semana su imagen ha saltado a los medios desde
que se conociera que había decidido colgar su camiseta de árbitro de
fútbol, su gran pasión, después del último insulto por parte de un aficionado.
De cerca, su aspecto adolescente y dulce contrasta con su
voz y su tono serio. No se toma a broma lo que está viviendo estos días.
Conversando con ella parece que hablara una mujer adulta. No era su
intención, ni la de sus padres, que el asunto saliera a la luz, pero
ahora no les importa y sólo quieren que la historia de Zaira no se
repita.
Aquel partido, el decisivo, lo rememora en cada entrevista.
Fue el 27 de mayo de este año. Estaba arbitrando un encuentro entre el
Arenal y el Manuel Rubio en un torneo alevín. Los jugadores, entre 11 y
12 años. Era el final de la temporada y Zaira reconoce que estaba mal
situada y no vio un gol con la mano. Eso desató la ira
de un aficionado, al parecer, padre de uno de los jugadores, que en
plena grada le espetó que mejor que arbitrar, se dedicara a la prostitución.
A su lado había una mujer que le advirtió de que cerca estaba el padre
de la joven. Entonces se calló, pero no pidió disculpas. "Lo oyeron
todos", dice Zaira. Y puede que hubiera sido peor, si su padre no
hubiera estado allí.
Aquel día no supo qué hacer. No podía contener las lágrimas
de la rabia que sentía. Lo único que pensó fue que no merecía la pena
seguir y cuando se quitó la camiseta de árbitro aquella tarde no se la
quiso volver a poner, ni siquiera cuando se lo pedimos los periodistas
para hacerle una foto. Esas, dice, quedan para el recuerdo.
Zaira ahora se siente fuerte. Ha recibido muchos, muchísimos apoyos
de dentro y de fuera del mundo del fútbol. Árbitros de primera, equipos
enteros e incluso los árbitros internacionales Velasco Carballo, Mateu
Lahoz y Undiano Mallenco a los que ella adora, la están llamando para
darle ánimos.
La decisión
A ratos piensa que las malas actuaciones de algunos hay que
corregirlas en el campo, pero que ella y su sueño de ser árbitro no
tienen por qué pagarlo, y asegura que se está replanteando volver a los
campos. Otras veces cree que "no merece la pena hacer algo para estar
sufriendo y aguantar insultos de nadie". Tiene que tomar una decisión
cuanto antes, la Liga ya ha empezado. Y ella no se ha dado oficialmente
de baja. Si no es este año, sus padres la animan a que recupere su
afición el próximo. Porque a lo que aspira la adolescente es a ser árbitro profesional.
Comenzó a hacerlo hace un año después de asistir a decenas
de partidos con sus dos hermanos, ambos chicos, de 12 y 17 años. "Lo de jugar a mí no me gustaba,
pero lo de arbitrar sí. Recuerdo cuando terminé el primer partido. Le
dije a mi padre: '¡Quiero repetir, quiero repetir!'. Había sido genial y
nadie me había dicho nada". Nadie la había insultado desde las gradas.
Siguió arbitrando durante toda la temporada, más de 20
partidos y no todos fueron malos. "Algunas veces salía tan contenta, tan
emocionada, que me daban ganas de llorar. En otros en cambio me iba
muerta de rabia".
Zaira, vestida con el uniforme de árbitro de línea en uno de los
partidos: 'Doy la cara para que todos reflexionemos'. PABLO LORENZANA
En todo ese tiempo le dijeron de todo. "Recuerdo un día que
había llovido a mares, yo estaba empapada, el pelo pingando y alguien me
gritó: 'Vete pidiendo hora en la peluquería que te van a cerrar'. A
veces me decían que me dedicara a limpiar, que arbitrar no era lo mío".
Pero Zaira aguantó el chaparrón. Lo peor, rememora, es que
casi siempre los insultos procedían de algún padre desde la grada. A
veces era la respuesta a un error suyo. Otras era faltar por faltar.
"Los árbitros nos equivocamos, pero no lo hacemos por fastidiar. Somos
humanos. Y yo estoy además aprendiendo", lamenta Zaira.
Con este revuelo mediático su vuelta a clase,
a cuarto de la ESO en un instituto de Gijón el próximo martes, será
todo un acontecimiento. Zaira es famosa y no tiene miedo. Al contrario.
"Sé que mis compañeros me respetan y que me van a apoyar en todo".
A pesar de lo sucedido, no quiere hacer de su caso un
incidente sólo con connotaciones sexistas. "No soy el único árbitro al
que insultan en este país. Somos un colectivo, hombres y mujeres, a los
que nos llaman de todo en cada partido. Y eso hay que encontrar el modo
de evitarlo. Por ello doy la cara. Para que todos reflexionemos".
Mientras, esta adolescente asturiana cuenta con seguir sus estudios y
hacer en el futuro algo relacionado con la biología. Su otro sueño, el
de arbitrar, ha quedado aparcado, por ahora. La temporada ha empezado
sin ella.
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