La industria turística se rinde
definitivamente al nuevo perfil viajero: los MAMIL (Middle Aged Men in Lycra)
o, lo que es igual, hombres de mediana edad adictos a las dos ruedas. Sólo en
las visitas a España, se estima que la práctica de este deporte aumentará casi
un 50% en este 2016. Viajar sí, pero embutidos en lycra.
Ni los concurridos cruceros, ni los
clásicos paquetes de sol y playa. Lo que más crece en el panorama viajero es el
turismo deportivo, aquel que hace de sudar la camiseta una poderosa
razón para recorrer el mundo. Saltar a la otra punta para participar en
una maratón, desafiar el mal de altura escalando un ochomil o someterse a los
dictados de la nieve o el viento para apurar la temporada de esquí o entregarse
a la adrenalina del kitesurf.
Está de moda viajar para hacer
deporte al aire libre. Pero de todas las actividades estrella, hay una que se
lleva la palma: el cicloturismo es, según los estudios, la práctica que
más crece en el campo de los viajes. Sólo en España, se calcula que aumentará
casi un 50 por ciento en este año recién inaugurado.
Hombres
enganchados al sillín
Al hilo de esta tendencia está el
perfil de los MAMIL o Middle Aged Men in Lycra. Un acrónimo que no
es nuevo, pero cuya difusión actual confirma su momento de gloria. Acuñado hace
un lustro por una empresa de análisis de mercado, el término hasta ha logrado
hacerse un hueco en el Oxford Dictionary. La definición es muy clara: hombres de mediana edad que
pedalean sobre bicicletas caras y que visten esas prendas ciclistas al más puro
estilo de los profesionales.
MAMIL'S en su momento de gloria.
Los MAMIL son, en definitiva, esos viajeros
enganchados a las dos ruedas, que tienen entre 35 y 55 años, que pasan
horas interminables sobre el sillín y que se dejan una pasta gansa en equiparse
como si cada día fuesen a ganar el Tour de Francia. Una obsesión que provoca no
pocas situaciones de humor. El mismo Daily Mail publicó
el mordaz reportaje The shame of being married to a MAMIL (La pena de
estar casada con un MAMIL), en el que la autodenominada «viuda de un ciclista»
arremetía sin pudor contra su ausente marido, al que sólo conseguía ver
embutido en el famoso tejido.
Los
que más gastan
Pero, hilaridad aparte, el filón que
suponen los MAMIL no resulta nada desdeñable. Estudios realizados en Estados
Unidos confirman que este tipo de viajeros gasta un 20 por ciento más que el
turista convencional, dispuesto como está a pagar un extra por la posibilidad
de entrenamiento. Algo muy similar a lo que hace una década acontecía con el ya
denostado turismo de golf.
La industria, consciente de este
nuevo target, no quiere dejar pasar su oportunidad lucrativa. Por eso
dirige sus esfuerzos a contentar a este público. Medidas como la mejora de
las infraestructuras para el uso de la bicicleta, el diseño de tours por
el destino en cuestión o el lanzamiento de paquetes específicos que se
adaptan a su demanda, confirman que el cicloturismo es algo más que un boom.
Es la conquista definitiva de estos nuevos hombres en lycra.
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